jueves, 17 de febrero de 2022

Mi ventana indiscreta

 




Ayer soñé que meaba en la calle sobre un árbol decorado  con luces navideñas, mientras miraba sonriente hacia un brillante cielo nocturno.

Uno no se da cuenta de lo necesario que es salir a la calle hasta que no puede pisarla. 

Soy un soltero solitario, convencido y contento.

Pocos saben del placer de colocar por los rincones de la casa libros boca abajo marcando el punto exacto de parada en cada lectura.  O dejar todas las piezas de los Warhammer esparcidas sobre la mesa del salón preparadas para otro tiempo de pintura y montaje cuando me apetezca. Disfrutar de la fortuna  de tener todo ordenado en mi propio desorden.

Aunque a veces nadie te recuerde que hay por el suelo un cable  de una taladradora sin desenchufar, que está olvidada sobre una escalera de aluminio.  Y que  un tropiezo fatal provoque un efecto dominó que te estrelle contra el suelo. Como resultado una fuerte torcedura de tobillo y una pequeña brecha en la frente. La condena de las caídas tontas.

 Gritar y sentirte en un desierto con ese maldito dolor que te deja sin respiración. Pasar una eterna mala noche con el tobillo hinchado y un paquete de guisantes congelados sobre él.

Así estoy desde hace  horas.

Observo  el exterior desde la ventana del salón de mi casa, sentado  en mi sillón con la pierna izquierda en alto plantada sobre una silla.

Nunca he sido un mirón, pero desde hace meses estoy  invadido por el espíritu de  Jeff  Jefferies. Me entretengo observando el transcurrir de las vidas  de mis vecinos  en los pisos que tengo  enfrente.

El pijama con el logo de The Avengers  se ha convertido en mi propia piel. Miro la mancha de las gotas de sangre del golpe en la cabeza. No me apetece levantarme para cambiarme de ropa.

No necesito prismáticos. Es una calle estrecha. Casi puedes sentirte dentro de las casas con un pequeño vistazo.

 Disimulo bien porque delante de mí tengo el televisor. Estos días siempre está encendido.

Puedo ver el saludo diario que me ofrecen con un corte de mangas dos gemelos adolescentes cada vez que se asoman a la terraza. Se encogen de hombros y me gritan un  -¡Pringao!- que se ha hecho un clásico para fichar todas mis mañanas.

Por las tardes una anciana desde su balcón riega  sus plantas, generosamente, esperando a que alguien pase justo en ese momento por debajo de su ventana.

Una madre con hijos muy pequeños  sale a la terraza muchas veces para fumarse un cigarro. A veces me mira como pidiendo auxilio. Parece Sofía Loren en una de sus jornadas particulares.

Y también veo a mi favorita, una adolescente que cada vez que sus padres se marchan de casa, pone una camiseta negra  colgada en el alfeizar de su ventana. Transcurrido poco tiempo la veo junto a su novio  dentro de su habitación follando como una salvaje. Siempre tiene las cortinas abiertas. Todas las noches se fuma un cigarro  mirando hacia mi ventana, juraría que me sonríe. Prefiero no pensarlo.

Observo uno a uno a mis héroes en sus láminas enmarcadas decorando las paredes del salón. Siempre he querido ser un superhéroe. Ahí están Iron Man, Hulk, Thor, Capitán América y mi preciosa Viuda Negra diciéndome: “Prefiero pegarme un tiro antes que arrodillarme”

Amo a la Viuda Negra, mi mujer perfecta. Sí,  alimenta todas mis fantasias. No quiere depender de mí, ni controlarme.

Hace meses pedí traslado en mi empresa a esta ciudad. Estoy lo suficientemente alejado y lo suficientemente cerca de la familia para no ser molestado. Lo he logrado, ni una señal de nadie desde hace semanas.

Trabajo en una empresa de seguros de vida, en el departamento de decesos. Mis horas de desplazamiento se han esfumado  gracias al teletrabajo. Ahora toda mi vida es un gran pack con todo incluido.

Nunca he necesitado compañía para divertirme. Puedo pasar horas escuchando música, leyendo mi colección de comics,  observando las formas extrañas que dejan los restos de comida en mi plato. 

Hay mucho silencio. He de reconocer que echo de menos escuchar a los compañeros quejarse por todo,  lanzando chistes dudosos,  despellejándose unos a otros.

Nunca veía canales de televisión, ahora el aparato está encendido a todas horas para escuchar las chorradas de la gente en programas anodinos y ver las noticias del día.

Mañana es Nochevieja. Este año me gustaría comer las uvas aunque me atraganten y resulten desagradables a mi garganta. Quién lo diría, qué triste no escuchar el anuncio de “vuelve a casa vuelve por Navidad”.

Pienso en  la cantidad de gente que este año no volverá a sus casas jamás.

Maldito virus. El Gran Villano del mundo.

-¿Queréis sobrevivir? Entonces debéis cambiar, actualizáos, jodidos ciudadanos del mundo- escucho gritar a  Tony Stark.

- “Yo podría conseguir la fusión de iones pesados en cualquier reactor del Planeta”-comenta Hulk- “Hulk aplasta, Hulk destruye”.

Veo a la adolescente mirando desde su ventana hacia la mía. Está haciéndome una foto con una Canon. Siempre supe que ese cigarro, apoyada en el alféizar de su ventana, me lo dedicaba a mí.

Miro mi teléfono.Ni un mensaje.Ni una llamada.

Sonrío a  mi Viuda Negra. De repente me guiña un ojo. Salta desde el cuadro como una gacela. Se planta frente a mí.

-¿Quieres seguir mirando a la pared o quieres ir a trabajar?- me dice.

Entonces me sobrevienen todas las ganas del mundo de mover hasta el último rincón de mi cuerpo.

Comienzan a dar golpes en la puerta de entrada. Gritan mi nombre. No tengo ganas de levantarme.

Aparecen en el cuarto un par de policías y un médico.  Hablan pero no les entiendo.

Mi vecina adolescente les acompaña.

- Lleva varios días sin moverse- comenta preocupada.

 

 


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